Para Francis Bacon, el más prominente entre los arquitectos del Renacimiento, la naciente idea del progreso humano estuvo hasta entonces confundida con un pensamiento teológico cautivo en la visión de decadencia de los pensadores clásicos. Liberada de la influencia de los pensadores clásicos, y con el conocimiento empírico en lugar de la especulación metafísica, una nueva visión del hombre se hizo aparente, conquistando la naturaleza para aliviar y mejorar la condición humana.
Tan solo con la anónima innovación tecnológica de la brújula—observó Bacon—se logró avanzar mas que con toda la especulativa filosofía de los antiguos.
No hay duda que con la simplicidad de la brújula pudo expandirse el horizonte de las actividades humanas, y fomentar la industria naviera y el crecimiento económico, pero hay una gran y substancial diferencia entre el hecho observable del progreso económico como resultado del avance tecnológico, y el concepto de progreso humano como un estadio de mayor felicidad y justicia. Esta es una diferencia que tanto Bacon en el siglo XVII como Condolezza Rice en el siglo XXI parecieron ignorar.
El siglo XX no fue propicio para los creyentes en la inevitabilidad histórica del progreso. Entre la primera Guerra Mundial, pasando por el derrumbe de la Unión Soviética y el comunismo, hasta la combinada atrocidad del terrorismo jihadista con la guerra de Irak, el mundo occidental fue conmovido hasta sus raíces por los mas crueles eventos de la historia.
La era del progreso tecnológico Baconiano construyo las armas con las que los nacionalismos, colonialismos, comunismos, y fascismos transformarían Europa, Rusia y Asia en un doloroso y monumental osario; la era del progreso económico de Condolezza Rice construiría las que devastarían África y el Lejano y Medio Oriente.
“Aunque el dogma del progreso ha mantenido un status magistral durante la mayor parte de la historia de occidente—escribió Robert Nisbet en “Historia de la Idea de Progreso” (1980)—“es obvio que ha caído a su mas bajo nivel en este siglo [XX].”
Desde que Nisbet declaró su pronóstico, todo parece indicar que el progreso humano ha continuado en su carrera descendente, aun frente a las masivas protestas que a diario contemplamos en diferentes partes de nuestro mundo, lado a lado con el veloz avance de nuevas tecnologías.
Si creemos que nuestra civilización puede, y debe, avanzar hacia un mejor futuro, entonces el ideal del progreso debe ser reanimado y reconstruido, y ya hay indicios que tal reconstrucción ha comenzado.
Redefining Progress Org. por ejemplo, ha desarrollado un método alternativo al Producto Nacional Bruto para evaluar innovaciones y progreso, al que llamo Genuine Progress Indicator-GPI [Índice de Progreso Genuino], diseñado para medir las cosas de mayor valor para la mayoría de la gente, tales como salud, seguridad, medio ambiente, voluntarismo y educación superior. (Redefining Progress Org. desarrolla políticas de innovación tecnológica orientadas a equilibrar el bienestar económico, la preservación del medio ambiente, y la justicia social.)
El GPI es uno de los primeros instrumentos alternativos al PNB usado por la comunidad científica para evaluar y comparar el avance tecnológico en relación al progreso humano. Como el PNB y el GPI son medidos en términos monetarios, ambos pueden ser comparados en la misma escala, incluyendo:
--Distribución de las Ganancias
--Trabajos domésticos, voluntarismo y educación superior
--Crimen
--Agotamiento de los recursos naturales
--Polución
--Daños ambientales de largo plazo
--Cambios en la disponibilidad de tiempos de esparcimiento
--Gastos de prevención y defensa personal (gastos en servicios médicos, medicinas, seguros, control ambiental, etc.)
--Expectativa de vida útil de artículos de consumo y gasto público
--Dependencia de capitales extranjeros.
Como propone el historiador Ronald Wright, debemos ir mas allá de la fe ciega en la inevitabilidad del progreso para solucionar nuestros males sociales, y poner mas énfasis en el progreso ético. “El mito del progreso nos ha servido bien—especialmente a quienes nos a permitido sentarnos en las mesas mejor servidas—y puede muy bien continuar haciéndolo. Pero yo sostengo que también puede resultarnos peligroso. El progreso tiene una lógica interna que puede transportarnos mas allá de la lógica hacia la catástrofe.” (Ronald Wright en Talk of the Town, The University of British Columbia, Vancouver , BC Canada )
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